Carta I

Esta es para ti mi amigo del alma, hermano de sangre y compañero. Para ti que me enseñaste el valor de las pequeñas cosas y a disfrutar cada simple momento que nos da la vida.

Junto con esta carta amigo, te envió mi corazón, no estará en mejores manos que las tuyas, lo sé. Guárdalo, cuídalo, protégelo por favor.


He paseado días enteros por tus jardines, he aguardado en vano tu cercanía, he llamado a tu puerta y al atender no me reconocisteis. El tiempo ha cambiado mi rostro, pero no mi corazón y he vuelto, más grande, más vieja, más gorda, y porto las arrugas que el tiempo esculpió en mí. Es que he crecido. Y tú también has crecido, ya no  miras a los ojos como ayer, ya no ves más allá de la cortina de tus frondosas pestañas. Será acaso, que la bruma de los años te ha enceguecido? Corre el velo de tus ojos hermano mío eres libre de mirar a donde sea.

Tantos años han pasado como senderos he caminado. Es cierto amigo, un día partí sin rumbo, sin mirar atrás, dejándote, dejándome, dejándonos. Partí ha los caminos que me llamaban incesantes, y me perdí en una curva sin nombre, en algún altiplano repleto de espejismos traicioneros, en algún puente del que pendió mi vida y aun en sobresaltos lo cruce triunfante, me perdí, como se pierde un cachorro que sale corriendo de su casa y no sabe volver, me perdí y caminé.

He andado peregrina de los años, del viento y del silencio; y un día al despertar sentí que era tiempo de emprender el regreso. Sentí miedo, uno que nunca había sentido, el miedo al olvido y ese dolor se clavó profundo en mi corazón y no puedo dejar que me borres de tu recuerdo sin antes saber que te he amado cada minuto de mi vida, de tu vida, de nuestra vida; todos estos años con todo mi corazón; que no te ha olvidado, amigo de mi alma, hermano de sangre, compañero mío.

Es cierto amigo, un día partí sin mirar atrás, dejándote, dejándome, dejándonos. Partí ha los caminos que me llamaban, tentada así como Eva en el Edén, así me tentaron los senderos de mi piel… y caminé, Dios sabe por cuantos caminos transité, en cuantos descanse, en cuantos me desplomé, lloré, sufrí o fui feliz, solo Dios y mi corazón saben cuanto te necesité, al punto que por momentos creí verte a lo lejos y seguí tu sombra convencida que eras tu, y seguí, y seguí y no!! No eras tu amigo, sino mis sueños, esos que sigo persiguiendo sin cansancio, como se persigue la brisa cuando el calor apremia, desesperadamente, ansiosamente, devotamente.

He paseado por tantos variados caminos todos estos años amigo mío. Caminos pedregosos, llanos, sombríos, soleados, y hay algunos que ya no recuerdo, solo quedan en mi, borrosos recuerdos de las brumas que no dejaban ver mis pies ni que había delante. Otros, más nítidos que nunca, reaparecen para darme luz cuando siento que me apago. Y es que me apago amigo, como todo, la vida se va apagando de a poco en mi. Pero no se han apagado los sueños, esos que solíamos soñar en tardes de primavera, y en noches de verano en la vereda. No, no he dejado de soñar ni un momento desde mi partida, y aunque aun no encuentro un lugar donde fijar mis plantas, no olvido la gracia de tu hogar y tu sonrisa, esa que he amado tanto, esa que amo, esa.. esa sonrisa que cautivo mi corazón cuando pequeños, cuando despertábamos a la vida, cuando jugábamos a soñar y sin saber , sin saber nos impusimos un camino cada uno. Quizás ya no lo recuerdes, pero alguna vez soñamos juntos.

Hoy mis pies se hayan cansados de tanto caminar y mi corazón exhausto de tanto amar. Hoy, hermano mío, desearía volver a tu regazo, a escuchar las historias que solías contarme, a que acaricies mi frente, a que toques mi espalda, hoy amigo , hermano mío, necesito descansar de este viaje, y desearía que estés aquí para abrazarme.

                                                     

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta X

Carta XI